Yo di hace poco con este artículo muy interesante de Rodrigo Ghedin, que fue publicado (en Notes y en inglés) el 20 de octubre de 2022. Aquí va mi traducción al español.
En enero de 2021, Dylan Field, el joven cofundador de Figma, una popular herramienta de diseño de la experiencia de usuario, dijo que “nuestro objetivo es ser Figma, no Adobe” en una conversación en la que algunos usuarios, todos ellos descontentos con Adobe, especulaban sobre cuánto tardaría Figma en derrocar a la empresa detrás de Photoshop.
Casi dos años después, en setiembre de 2022, Adobe compró Figma por 20.000 millones de dólares y Dylan, en el mismo Twitter, parecía entusiasmado con la noticia de que su empresa acababa de convertirse en parte de Adobe.
Adobe es un titán del sector, propietario de aplicaciones que son puntos de referencia, casi estándares, en la producción creativa digital, como Photoshop, Premiere e Illustrator. No por nada “Photoshop” se ha convertido en una especie de verbo.
Al tiempo que desarrolla sus propias herramientas para diseñadores de todo el mundo, Adobe no pierde de vista a la competencia y no escatima en esfuerzos para neutralizarla, como en el recién mencionado caso de Figma.
La compra de competidores pequeños, pero con gran potencial, es un procedimiento habitual para las grandes empresas. Y Adobe, una compañía de 139.000 millones de dólares, es gigante por donde se la mire y actúa como tal.
El riesgo que suponen los monopolios es conocido. La absorción de Figma por la mayor empresa de su sector ha hecho sonar la alarma en los organismos reguladores y ha supuesto un balde de agua fría para los profesionales creativos que dependen de Figma y de otras soluciones independientes sobre las que Adobe aún no se ha abalanzado.
¿Hay alguna salida? O, dicho de otro modo, ¿es posible garantizar la independencia del software a perpetuidad? Más aún en este (largo) periodo en el que no sólo Adobe sino todo el sector tecnológico parece destinado a la consolidación.
La libertad de las licencias libres
Es difícil predecir el futuro, pero se puede afirmar sin temor a equivocarse que sí, que hay programas que no corren el riesgo de ser vendidos: los que se distribuyen bajo licencias libres, como la GPL y la MIT.
Sin entrar en detalles filosóficos o legales (que son muchos, variados y complejos), las licencias libres garantizan el acceso universal y blindan al proyecto frente a intentos de adquisiciones hostiles. También pueden contener disposiciones para evitar abusos, promover un desarrollo saludable y, en situaciones extremas, permitir a los usuarios descontentos separarse del proyecto original y crear otro bajo sus propios términos (lo que se conoce como bifurcación o “fork”), beneficiándose de todo lo hecho hasta ese momento.
El software libre pertenece a todos y a nadie al mismo tiempo.
Cualquiera que se haya aventurado alguna vez en ordenadores personales con Linux se habrá topado con una serie de programas que se parecen mucho a otros de su tipo, comerciales y más famosos. Por ejemplo, LibreOffice, que se parece a Microsoft Office, o GIMP, a menudo llamado el “Photoshop de Linux” (aunque también está disponible para macOS y Windows y, más allá de ser un editor de imágenes, no se parece en nada al Photoshop de Adobe).
En diseño digital, hay alternativas a prácticamente todas las aplicaciones comerciales/propietarias de Adobe y otras grandes empresas, como Autodesk, propietaria de 3ds Max y AutoCAD.
¿Para ilustración vectorial? Inkscape. ¿Diseño editorial? Scribus. ¿Edición de imágenes? Además de GIMP, también está Krita. ¿Edición de vídeo? Kdenlive, Shotcut, OpenShot. ¿Edición de audio? Audacity, Ardour.
La escasa popularidad y las diferentes herramientas y flujos de trabajo hacen que mucha gente rechace las herramientas libres, aunque sean gratuitas. ¿Son peores? ¿Son mejores? Quizá no haya base para este tipo de comparación. Sí son diferentes, y esto asusta a quienes crecieron y aprendieron a crear con versiones piratas de Photoshop e Illustrator o se acostumbraron a ellas pagando precios promocionales para estudiantes, en los planes y paquetes específicos para eso.
Sin embargo, noticias como la de la compra de Figma por parte de Adobe pueden servir como disparador de cambios profundos. Hablé con dos estudios de diseño que trabajan exclusivamente con software libre — Gunga, en Brasil, y Freehive, en Estados Unidos — para saber cómo es ofrecer servicios de diseño y comunicación digital, de forma competitiva, sin depender de Adobe ni de ningún otro software comercial.
Gunga
Fundado en 2008 por Farid Abdelnour y Nara Oliveira en Taguatinga, en el Distrito Federal, capital federal de Brasil, Gunga se enorgullece de trabajar únicamente con software libre. “Una cosa era muy fuerte cuando lo armamos (al estudio): queríamos algo coherente con nuestra visión del mundo”, explica Farid, que nació en Líbano y emigró a Brasil en 2003.
Farid y Nara se conocieron un año antes de fundar Gunga, cuando ambos participaban en el movimiento de los “puntos culturales”, encuentros regulares a los que acudía gente interesada en la cultura. Él aportaba una sólida formación en software libre, fruto de su trabajo con el investigador Etienne Delacroix en la Universidad de São Paulo. Ella ya era diseñadora y estaba implicada en la cultura popular.
Antes de la fundación, el dúo hizo algunos trabajos puntuales para clientes externos. “Fue una combinación de factores”, explica Nara. “Nuestros trabajos se iban encontrando y existía la necesidad de tener un CNPJ (registro como empresa en Brasil). Así que tomamos este camino y aquí seguimos”.
Gunga trabaja en tres frentes: desarrollo web, audiovisual y diseño gráfico. Farid se encarga de los dos primeros y Nara de las artes gráficas. “Sobre el papel”, como ellos dicen, en Gunga sólo están ellos dos, pero dependiendo del proyecto se pone en marcha una red de colaboradores alineados con los valores del estudio. En los más grandes han involucrado hasta 20 personas.
A diario, Nara utiliza aplicaciones como Inkscape, GIMP, Krita y Scribus en su ordenador con Manjaro. “No soy tan friki”, dice entre risas, “pero he ido ganando independencia (en el uso de Linux). ¿Verdad, Farid? Apenas te hablo de ello”.
Farid utiliza Arch Linux. Para el desarrollo web, utiliza WordPress y código JavaScript personalizado. Para audiovisuales, Kdenlive, Blender, Ardour y Audacity.
Su relación con Kdenlive va más allá del uso. Farid participa activamente en su desarrollo, ayudando a encontrar errores y solucionarlos. “Me di cuenta de que (al principio) era muy complejo editar un video, y empecé a involucrarme: si veía un problema, lo comunicaba, ayudaba a solucionarlo”, dice.
Gunga trabaja para entre ocho a diez clientes por mes y realiza unos 60 proyectos al año. ONGs, productoras culturales, institutos e incluso organismos gubernamentales figuran en la lista de clientes. “Los dos tenemos casa, yo tengo hijos... Nos mantenemos con Gunga, vivimos bien gracias a Gunga y al uso de software libre”, dice Farid.
El hecho de que utilicen exclusivamente software libre rara vez ha supuesto un problema. Con los clientes suele ser un diferencial, como explica Nara: “Algunos ni siquiera saben lo que significa (el software libre) y lo aprenden cuando trabajan con nosotros. Otros nos buscan porque trabajamos con software libre“.
En el pasado el dúo tuvo algunos dolores de cabeza en proyectos con terceros: formatos de archivo propietarios incompatibles con las aplicaciones que utilizan y el no uso de estándares en los lugares que imprimían los trabajos.
La situación ha mejorado porque, aunque las razones no siempre están ligadas al software libre, más y más gente demanda independezarse de las soluciones cerradas y se está notando la diferencia.
“La industria se dió cuenta de que no puede ser rehén del monopolio de una empresa”, dice Farid. “Están surgiendo formatos que son una especie de genéricos, que todos los programas pueden usar para intercomunicarse, tienen interoperabilidad. Cada vez es más fácil trabajar con software libre”.
Freehive: De Blender al uso exclusivo de software libre
Ryan Gorley (1) estudió arquitectura en la universidad pero, en vez de seguir por ese camino, se puso a trabajar como diseñador gráfico para una empresa de venta minorista por Internet. “Me gustó la oportunidad de expresar ideas creativas más rápidamente y con menos limitaciones físicas”, declaró entrevistado vía correo electrónico.
En ese trabajo dirigió al equipo creativo y llegó a ser el responsable de todo el equipo de marketing de la empresa. Durante ese periodo cursó un MBA y aprendió todo lo que pudo sobre marketing. Esta mezcla de práctica y teoría sería aún más importante después de 2010, cuando Ryan renunció para crear su propia empresa.
G86, el nombre original de su estudio, empezó pequeño y creció, pero no mucho. Comentó que “había trabajado con grandes equipos y prefería organizaciones más pequeñas con gente automotivada y hábil en su tarea”.
Entre clientes pequeños y locales, en 2012 Ryan tuvo la oportunidad de trabajar con Amazon en la promoción de un “proyecto secreto” llamado Dash. Hasta entonces su agencia solo utilizaba software propietario. En el proyecto Dash toda la animación se hizo en un software libre: Blender.
Dijo que “había incursionado en Ubuntu cuando empecé el estudio, pero me costó hacer el cambio a GNU/Linux por mi dependencia del software de Adobe”. En este escenario, Blender encajaba más fácilmente en el flujo de trabajo y, con el éxito en la campaña de Amazon Dash, empezó a utilizarlo en otros proyectos del estudio.
Las cosas iban bien, pero en el interior de Ryan crecía una frustración con respecto a Adobe. Recuerda que “cuando empezaron a promocionar sus planes de suscripción opcionales, tuve claro, gracias a mi formación en marketing, por dónde iban las cosas y que no se trataba de hacer un software mejor, sino de consolidar su dominio del mercado y aumentar sus beneficios”.
El resto es historia y la corazonada de Ryan resultó ser acertada: las suscripciones se hicieron obligatorias y, dado el éxito financiero del cambio de Adobe, otras empresas, como Autodesk, siguieron su ejemplo. Esta fue la gota que rebasó el vaso y llevó a Ryan a empezar a explorar una migración completa al software libre.
La idea, sin embargo, no fue bien recibida por su equipo, que reaccionó con “quejas sobre una o dos funciones concretas que faltaban y una molestia general por tener que reaprender como hacer ciertas tareas”. Perdida la batalla, Ryan se resignó a usar sus aplicaciones preferidas para pequeñas tareas en el estudio.
A finales de 2017, dos de sus empleados más antiguos y de mayor confianza se marcharon, de forma amistosa y por otros motivos. Lo que al principio parecía una sentencia de muerte para su estudio se convirtió en una oportunidad.
Ryan cerró la oficina física y volvió a involucrarse directamente en el proceso creativo desde su casa en Salt Lake City, Utah. Por aquel entonces, ya era voluntario del proyecto Inkscape y se preparaba para debutar en eventos de software libre en la Southern California Linux Expo (SCaLE). Allí conoció a otros profesionales de la zona que también utilizaban software libre y empezó a contratarlos como autónomos. “Lo que nos unía no era un espacio creativo, sino una pasión compartida”.
Por aquel entonces, System76, un fabricante estadounidense de ordenadores especializado en Linux, contrató a Ryan para la campaña interactiva de lanzamiento del ordenador Thelios.
Recuerda que “fue el mayor proyecto individual que había emprendido nunca” y que “supuso más de 500 horas de trabajo durante 3 meses. Fue una auténtica prueba para la nueva empresa y la nueva forma de trabajar, utilizando únicamente software libre. Funcionó, y la empresa pasó a llamarse Freehive”.
A diferencia de Farid y Nara, Ryan empezó a usar software libre por una razón muy pragmática, no filosófica: el programa que necesitaba para hacer modelado 3D, vendido por Autodesk, era muy costoso. En una página web vecina había una alternativa gratuita llamada Blender.
Entusiasmado, dice que “Blender es fantástico y todos los profesionales creativos del planeta, independientemente de otro programas que usen, deberían aprender Blender e incorporarlo a su trabajo”.
Lo que vino después fue más bien una reacción a las prácticas comerciales de las grandes empresas. En un comentario premonitorio (la entrevista fue en agosto, aproximadamente un mes antes de que Adobe anunciara la compra de Figma), Ryan explicó que, aunque conoce aplicaciones más pequeñas de otras empresas con modelos de negocio más justos, “cualquiera de estos competidores podría ser comprado por Adobe o Autodesk en el momento en que resultara demasiado caro competir con ellos”.
"El único software que no se puede comprar es el que tiene licencia libre. Se ha convertido en mi misión demostrar que los profesionales creativos podemos utilizar este software"
Al igual que Gunga, Freehive nunca ha perdido clientes por usar GIMP en lugar de Photoshop o Inkscape en lugar de Illustrator, pero de tanto en tanto surgen complicaciones cuando hay colaboradores externos implicados en los proyectos y entran en escena formatos de archivo incompatibles.
Ryan plantea otra cuestión que le molesta un poco: la presentación de estas aplicaciones a los clientes. A menudo, sus sitios web no reflejan la calidad profesional de la que es capaz el programa. Comentó que “buscamos formas de solucionarlo, porque queremos convencer a algunos clientes de que prueben estas alternativas en lugar del software propietario que utilizan habitualmente”.
El activismo del software libre, por otra parte, ha resultado en nuevos clientes. Además de System76, Freehive ha trabajado para otros pesos pesados del sector, como Canonical (de Ubuntu), Gnome, Elementary y Recon InfoSec.
El camino hacia el software libre en el diseño
Lo bueno del software libre es que su elección trasciende los criterios puramente objetivos. ¿Es posible utilizar aplicaciones de este tipo y permanecer ajeno al modelo de licencias y desarrollo? Sí, pero gran parte del atractivo es, precisamente, no permanecer ajeno; es implicarse.
“Es como buscar dónde quieres estar” dice Nara, porque la opción de trabajar con software libre implica otras elecciones y conexiones. Ella piensa que la parte técnica, o las dificultades y diferencias de las herramientas, son lo menos importante:
“Somos mucho más cabeza, idea, conocimiento y capacidad de traducir conceptos en cosas visuales, y eso es mucho más un conocimiento mental, nuestro, que adquirimos con la experiencia, con el estudio, que el software”.
Al recordar la resistencia de su antiguo equipo a las aplicaciones diferentes, al software libre, Ryan comentó que Adobe y otras grandes empresas ofrecen planes con descuento o incluso gratuitos para estudiantes. Es una inversión redituable porque condiciona el uso de un software caro a personas que están en sus años de formación, cuando tienen la mente abierta y son capaces de absorber conocimientos con mayor facilidad. Cuando salen de la universidad, quieren utilizar el software al que se acostumbraron.
No es que sea imposible cambiar más adelante. Gunga ha tenido aprendices que se enamoraron y adoptaron el software libre de por vida. “El primer paso puede ser un poco más empinado al elegir software libre, pero después es muy fluido y la persona puede tener más autonomía”, dice Farid.
Para quienes ya trabajan con soluciones cerradas/propietarias y quieren migrar al lado libre, Ryan recomienda empezar de a poco. “Tomamos la decisión de apostar por el software libre, es posible hacerlo y nos encantaría que todo el mundo lo hiciera, pero puede que le genere desconfianza”.
Sugiere empezar con pasos cortos, pero seguros. “Quizá aprenda Blender y empiece a incorporar algo de 3D a su trabajo. Considere la posibilidad de utilizar Inkscape para crear gráficos SVG en lugar de Illustrator. Diviértase haciendo bocetos en Krita como parte del proceso creativo inicial”.
Con cierto pesar recuerda que, después de pasarse al software libre, pagó la suscripción al Creative Cloud de Adobe durante dos años por miedo a tener que retomar trabajos antiguos de algún cliente. ”Esa es una de las razones por las que no tengo ningún interés en volver al software propietario y a los formatos de archivo cerrados”.
Y, al igual que Farid se involucró en el desarrollo de Kdenlive, Ryan insta a los usuarios a participar también en algún proyecto libre, más allá de las donaciones en dinero:
“El único pedido es que, cuando use software libre, retribuya lo mejor que pueda, y no solamente en donaciones. Si te encuentra con un error, repórtelo. Si ve una forma concreta de mejorar el software, compártala. Agradezca siempre que sea posible. Estos programas son mantenidos por reducidos equipos de personas y su contribución, por pequeña que sea, puede llegar muy lejos. Cuando llegue el día, como me pasó a mí, en que esté harto del software privativo, estará preparado para formar parte de un futuro libre para usted y los que le sigan”.
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(Nota de la traducción)
Ryan Gorley también participa del Creative Freedom Summit. En la edición del año pasado lo hizo compartiendo una presentación sobre “Ser trabajador autónomo con software libre” y respondiendo preguntas. Cerró su participación con una muy interesante y sentida reflexión sobre la generosidad de un docente para con él y sus compañeros en sus los comienzos.
Este año también integró la grilla del Creative Freedom Summit, con una presentación titulada “Principios de la mercadotecnia que transformarán su trabajo de diseño gráfico y web”, que aún no he tenido la oportunidad de ver.
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